El corazón
es el núcleo del sistema circulatorio late unas cien veces por minuto y más de
cien mil veces al día, es el trabajador que nunca recibe vacaciones. Los
músculos cardíacos trabajan vigorosamente todo el tiempo. De hecho, aun si
estamos en reposo realizan el doble de esfuerzo que los músculos de las piernas
cuando corremos. Y de ser necesario, este órgano puede duplicar su ritmo
en menos de cinco segundos.
El corazón de un adulto bombea entre cinco
litros (el volumen total de sangre en el cuerpo) y veinte litros por minuto
mientras se hace ejercicio.
Cuando
nacemos tenemos una frecuencia cardíaca elevada porque la actividad del
organismo es muy intensa. A partir del primer mes de vida, va disminuyendo
hasta llegar a la edad adulta, manteniéndose estable después de los 20 años.
Los latidos
están controlados por un sistema nervioso que se ha calificado de majestuoso
diseño, y con toda razón. Las cavidades superiores, o aurículas, deben
contraerse antes que las inferiores, o ventrículos. Para lograrlo, este sistema
se encarga de que la contracción de los ventrículos se demore una fracción de
segundo.
Quizás le sorprenda saber que el pum-pum que escucha el médico con su
estetoscopio no es el de las pulsaciones de los músculos del corazón, sino
el sonido de sus válvulas al cerrarse.
Mil millones
de latidos
Como norma
general, la velocidad con la que late el corazón de los animales es
inversamente proporcional a su tamaño. Es decir, cuanto más grande es el
animal, más lento es su ritmo cardíaco.
Por ejemplo, el corazón de un elefante
late unas veinticinco veces por minuto, mientras que el de un canario zumba a
mil latidos por minuto.
Al parecer,
el corazón de la mayoría de los mamíferos late unas mil millones de veces
durante su vida. Eso explica por qué el ratón —con 550 latidos por minuto— vive
unos tres años, mientras que la ballena azul —con 20 latidos por minuto—
sobrepasa los cincuenta años, pero con nosotros sucede algo diferente.
Por regla
general, deseamos tener un corazón sano porque deseamos tener una vida larga que
no esté limitada por el número de latidos. A juzgar por nuestro ritmo cardíaco,
solo deberíamos vivir unos veinte años. Ahora bien, un corazón humano sano
puede llegar a latir más de tres mil millones de veces, lo cual nos permite
superar los setenta u ochenta años.
Por José Cevallos
Este artículo se redactó con la ayuda de la Fundación Española del Corazón
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