La
corrupción, la opresión, el abuso de poder, las injusticias y los crímenes de
lesa humanidad, han llevado a personas a formar grupos armados. Sin embargo, la
lucha armada no ha sido la solución, ha generado más violencia en un entorno
violento.
El poder
económicos de las grandes potencias, también han creado sus propios grupos
armados, o terrorismo de estado para inducir a la población al temor y el
miedo. Los países donde ellos tienen presencia usan estos medios ilegítimos
para mantener a las masas controladas e impedir que las movilizaciones les
arrebaten sus privilegios.
En la década
de los 70s y 80s, en varios países de América Latina se vivieron dictaduras
sangrientas.
Las cifras
en toda la región son difíciles de determinar, pero se pueden estimar más de
470.000 afectados, incluyendo muertos, desaparecidos, torturados y presos
políticos.
Del otro
lado del mundo, al final de los 80s se vivió uno de los episodios más trágicos
de abuso contra la población civil: la masacre de La Plaza de Tiananmén, en
Pekín.
Las
protestas empezaron el 15 de abril y 4 de junio de 1989, tras el fallecimiento
del líder de la República Popular China, Hu Yaobang, lideradas por estudiantes
e intelectuales que exigían cambios de las reformas políticas y económicas
implantadas por el régimen de Den Xiaoping.
El 20 de
mayo, Xiaoping decretó la Ley Marcial, y el 3 de junio envió material pesado de
guerra para disolver la protesta. Según estimaciones de la Cruz Roja China,
2600 muertos y más de 7.000 heridos fue el resultado de una represión genocida,
condenada por la comunidad mundial.
Los grupos
mercenarios creados y financiados por un puñado de familias mega-ricas de
Occidente, que se han adueñado del mundo, y que luego se convierten en
terroristas de alta peligrosidad, son usados por esta clase élite para
conquistar dominios y polarizar el mundo; una clase civil armada no podría
enfrentarla. Lo más sensato es dejar que ellos solo se caigan.
Los
recientes acontecimientos de una amenaza nuclear contra los mayores abusadores
del mundo, dejan ver que el abuso de poder tiene un límite.
Otra amenaza
que enfrentan las sociedades, es el abuso infantil por parte del sistema
religioso pervertido solapado por la cúpula clerical que impiden que se haga
justicia.
El racismo,
un mal endémico y pernicioso que casi se practica en la mayoría de las
naciones, que ha cobrado a través de los tiempos millones de victimas, no deja
de ser uno de los mayores problemas de la humanidad.
La
delincuencia política y religiosa está contaminando el planeta entero. La
política usa a la religión, la religión usa a los políticos para transitar
libremente por los caminos de la impunidad.
Las guerras
en Oriente Medio es una prueba fehaciente de lo que puede hacer la mezcla
político-religioso; el uno mata en nombre a Alá y el otro en nombre de la
democracia, sin contar las guerras religiosas de la Edad Media entre católicos
y protestantes.
Cuando vemos
las crueldades que se cometen contra personas inocentes, se activa nuestro
sentido de justicia y queremos combatirla formando grupos armados para acabar
con la injusticia. La injusticia está respaldada por la clase dominante y el
poder de las armas de combate que se usan en guerras. Contra ellas no podemos.
Recordemos
la masacre de La Plaza de Tiananmén, en Pekín. Allí se usaron tanques de guerra
y el ejército, que arrollaron y dispararon a los manifestantes.
Mientras
tanto, hagamos nuestra parte usando medios pacíficos para combatir tanta
crueldad e injusticia en un mundo dominado por la ley del más fuerte. Potencias
poderosas que practicaban la crueldad como ahora, desaparecieron. Debemos
esperar lo mismo de los abusadores y perversos de este tiempo.
Foto arriba: el "hombre del tanque"
Por José Cevallos
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